Este y otros villancicos nos relatan la llegada de los reyes magos ese 5 de Enero que no muchos años dormimos bien, porque no nos vamos a engañar, mas de uno se acuesta nervioso/a.
Y es que es todo un ritual que desde bien pequeños, antes incluso de saber hablar perfectamente, ya sabemos, hay que limpiar la bota, hay que dejar leche, mantecadas, una mandarina y marchar pronto para la cama, porque como sus majestades nos vieran despiertos no venían. Ellos saben cuando somos buenos, cuando somos malos. Por la mañana sentíamos una mezcla de sueño y nerviosismo y aún con un ojo cerrado y descalzos, bajábamos rápido a ver cuantas cosas había, a abrirlas rápidamente y sorprendernos porque alguna vez nuestro pequeño sueño se hacia realidad.
No sabemos cuantas veces a lo largo del día repetíamos las cosas que sus majestades nos habían traído y el aguinaldo que nos habían dejado. Después de misa, nos cargábamos con una bolsa, cuanto más grande mejor, e íbamos desde casa Gloria hasta la de Conso, a correr el aguinaldo, toda la mañana, cantando villancicos, o no, y las abuelas nos congratulaban con manzanas, naranjas, peladillas, turrón, gominolas y muy de vez en cuando caía alguna moneda de 100 pesetas. Luego llegábamos a casa y todo lo conseguido nos duraba hasta bien entrado febrero.
Al día siguiente de reyes, tocaba recoger el belén, el árbol los juguetes, y de golpe y porrazo, volver a la realidad. Y es que aunque sea una de las mejores mañanas significa el fin de las navidades.
Un saludo
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